Ambos son miembros de la Compañía de Bomberos Garibaldi 7, en el Callao.
Por Juan Carlos Alcalde
El caso de Flor de María Moya Bustíos y el de Néstor Gómez Moya es un claro ejemplo de cómo los hijos suelen seguir los pasos de los padres. Néstor pisó la compañía de bomberos cuando tenía dos años. Respiró el ambiente desde pequeño y ahora, con 20 años, viste el uniforme rojo, igual que su madre.
Flor Moya es madre, profesional y comandante de bomberos. Comparte su altruismo pues el padre de su hijo también es bombero y Néstor lo es prácticamente desde que ella lo tenía en su barriga. «Seguí saliendo hasta los cinco meses de embarazo», refiere.
La agencia Andina la visitó en la centenaria Compañía de Bomberos Garibaldi 7, en el Callao, donde nos recibió con una amplia sonrisa. Al llegar, nos pidió unos minutos para maquillarse antes de iniciar la entrevista. Esta vez no tenía que enfrentar el fuego, sino las cámaras y los flashes.
Cuenta que retornar a casa en medio de la noche no es tarea fácil; al contrario, es un enorme sacrificio, aunque también algo habitual en su vida, que está dividida entre sus funciones familiares, laborales y voluntarias.
Su día inicia a las 06:30 horas cuando deja preparado el desayuno y el almuerzo en casa. Luego sale a laborar al consultorio médico, pero siempre está pendiente de su hijo Néstor -quien está comenzando su etapa universitaria- para saber cómo está.
A las 18:00 horas llega a la ‘bomba’, como le llama a la estación y arranca su función voluntaria hasta las 23:30 horas, después de lo cual vuelve a su vivienda y regresa a ser mamá y ama de casa.
«Los fines de semana que quisiera pasarla en el hogar, vengo aquí. Esto de verdad me llama. Es mi pasión», afirma Flor Moya, quien mañana domingo celebrará su día.